Ciertamente, la acción efectiva de los hombres no siempre se corresponde con las máximas de comportamiento que ellos mismos se habían impuesto. En ocasiones, esta discordancia está motivada por la ausencia de entereza para asumir el precio personal de la fidelidad a las convicciones e incluso por el mero oportunismo. Pero es bien sabido que, a veces, la disparidad no resulta de cobardía o interés egoísta, sino de una polaridad entre el proyecto subjetivo originario y un segundo imperativo moral, derivado de circunstancias que escapan al control del sujeto. Interno desgarro característico de la tragedia clásica al que recientemente se han visto sometidos los protagonistas políticos del actual Gobierno heleno.
Quienes no tenemos acceso directo a lo que ocurre entre bastidores en la representación político-financiera, a la hora de interpretar la realidad social nos guiamos por la información que nos deparan ciertos analistas que han merecido nuestra confianza. Tal era exactamente (...)