La luz rasante del atardecer inunda la localidad de Tyresö, uno de los veintiséis municipios de la provincia de Estocolmo. Pye Jakobsson, sentada en la terraza de su vivienda, aprovecha un poco más la clemencia del cielo: “Ellos han ganado y yo he perdido. Voy a abandonar este país a finales de mes para instalarme en alguna parte del sur de Europa, donde la legislación sea diferente”, anuncia con calma esta mujer de 48 años, portavoz de Rose Alliance. Esta organización, fundada en Suecia en 2003, tiene como misión defender al conjunto de las “trabajadoras sexuales”, expresión que Jakobsson justifica del siguiente modo: “Se habla de trabajo desde el momento en el que hay una actividad remunerada”. Seguir ejerciendo la prostitución en Suecia, según ella, conduciría a exponerse aún más a los peligros de la clandestinidad.
En 1998, los diputados decidieron cambiar de enfoque, en nombre de los principios que florecieron (...)