Al contemplar la cadencia, única en su diversidad, de la obra de Bernard Plossu (Da Lat, Vietnam, 1945) el lector entra en reverberación con los momentos y los lugares que forman esa larguísima cadena de percepciones sutiles propuestas a lo largo de toda su vida por uno de los maestros indiscutibles de la fotografía contemporánea.
La obra de este fotógrafo francés, mundializado por vocación, tiene una vertiente española de la que se ocupa esta cuidada edición que muestra imágenes inéditas junto a otras ya conocidas, todas esclarecedoramente articuladas a través de los textos, ricos en información y en sugestión, de Jacques Terrasa, catedrático emérito de civilización española en La Sorbona.
Barcelona dio origen al “Plossu español” con su llegada a la ciudad en 1974, sólo unos días antes de la aberrante ejecución de Salvador Puig Antich por garrote vil. Después vinieron Valencia, Madrid, Aragón… pero sobre todo el cabo de Gata y el desierto de Almería, su “jardín de polvo andaluz”, donde vivió entre 1988 y 1993, el tiempo y el lugar en que fue más feliz. Plossu encontró en España paisajes con los que dar expresión al ineludible impulso que lo mantiene enganchado a la búsqueda de epifanías, de iluminaciones perceptivas sucesivas, variables en duración y en intensidad, que son como su alimento vital: “No hay azar para un fotógrafo, le pasa lo que está buscando”. Toda una vida de atención, pendiente de lo permanente revelado como valioso; del encuadre preciso a veces y otras del disparo impremeditado con una cámara desechable; de la nitidez en ocasiones y del desenfoque en otras, de la imagen única o de la secuencia… Para Plossu cada momento tiene su técnica y su concepto. Es un autor a quien no interesa el documento sino dar cauce a su pulsión escópica como camino hacia la realización del ansia de plenitud. Adicto a la búsqueda de la totalidad, la suya es una fotografía oceánica que se acerca con dulzura al límite más elevado de la función poética para trascender las limitaciones del sentido corriente del mundo. Una fotografía alejada de las imposiciones de la corriente dominante, que ejemplifican tanto los formatos espectaculares sin contenido, como las vacuas disquisiciones “posfotográficas”.
Anne-Marie Garat, citada por Terrasa, define a Plossu como “sensor de micro-eventos del mundo sensible” y muy certeramente señala: “Fotografía lo infraperceptible, cuya forma discreta da forma a nuestra alma, le dice hasta qué punto cada instante, cada ínfima fracción de instante, contiene la totalidad de la existencia”.
Sólo en un sentido estrictamente fotográfico son ideológicas las imágenes de Plossu: no problematiza el acceso a sus motivos pues la realidad no se discute: son las dimensiones de la percepción las que convierte en motor de su abrumadora producción. Por lo demás no parece interesarse demasiado por la realidad social o política de los lugares que visita: le interesa el paisaje, urbano o rural, y las gentes son un elemento más de la contingencia armónicamente caótica que representa su trabajada visión del mundo. A pesar de ello la sencillez y la sutileza del “Plossu español” nos ayuda, en esta época peligrosa, a encontrar en la capacidad liberadora de algunas imágenes las referencias estables que dan valor a la vida.
