Hemos escapado por poco a un escenario de catástrofe que habría podido conducir a la desaparición pura y simple del euro”, se estremece un alto funcionario europeo que cumple funciones en Bruselas. El viernes 7 de mayo pasado, la multiplicación de ataques especulativos contra las deudas soberanas griega, española y portuguesa estuvieron a punto de degenerar en una crisis sistémica. “Todos los índices bursátiles se hundían, había un aumento masivo de los tipos de interés de las obligaciones de numerosos países, el mercado interbancario se volvía tenso… Resurgían todos los síntomas que precedieron a la crisis del otoño de 2008”, explicó Christine Lagarde, ministra francesa de Economía.
Durante los días que siguieron a este nuevo “viernes negro” y al anuncio de la implementación –por lo demás muy laboriosa– de un “mecanismo europeo de estabilización” de 750.000 millones de euros para acudir en ayuda de los países enfrentados a dificultades presupuestarias, los (...)