Relajado. Desacomplejado. Sordamente deprimido pero valientemente desinhibido, hace frente al desencanto del mundo con brío, llora con fervor la grandeza de los sueños del pasado y se atreve a plantar cara al consenso de los dominantes. Posee una lucidez melancólica pero tonificante y tiene la audacia de erigirse en defensor de causas desacreditadas. Su rechazo de los valores propugnados por los personajes notorios es de una impertinencia que resulta ya inusual. Sus temas son de candente actualidad: desprecio por la época, nostalgia por los referentes del pasado e ira ante un presente destructor; un profundo malestar ante un futuro que semeja un callejón sin salida, la sensación de que todo está perdido, la convicción de que somos impotentes. Lo que se enuncia es menos un manifiesto que los hitos de un imaginario: el imaginario reaccionario, que se ha propagado, aureolado de una reputación subversiva, y que, se supone, asume con (...)
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Michel Houellebecq y Sylvain Tesson: intelectuales al servicio del miedo
Para la reacción, todo pasado fue mejor
Cuando la esperanza falla, renace la nostalgia por los aventureros desilusionados. Políticos o literatos, los autores pertenecientes a esa tradición se suelen mostrar muy críticos con un orden que les parece demasiado burgués, demasiado sujeto a las aspiraciones conformistas de la multitud.
Su romanticismo, profundamente conservador, no ofrece ningún futuro deseable, pero ese no es su objetivo.
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