Nací urbanita, crecí globalizado y me formé productivista. Nací en la ciudad y solo los veranos me acercaban al pueblo de los abuelos. Como decía la televisión, mis vacaciones transcurrían en un lugar antiguo y desfasado. Al crecer, fui globalizado por una fuerza aspiradora invisible; la cultura de EEUU a lomos del caballo de John Wayne ganó todas las batallas y acaparó todos los terrenos de la vida. Los años de la universidad colmaron mi mente con sustancias abrasivas como productivismo, efectividad y competitividad. Con semejante bagaje, la crisis instalada en Europa se presenta como el desmoronamiento de estos mitos; de sopetón y sin vuelta atrás. Los cowboys eran una fabulosa farsa.
Observando muchas experiencias campesinas (algunas de nueva hornada, otras presentes en pueblos y personas que resistieron defendiendo su cultura), se distinguen algunos elementos centrales y comunes que pueden ser inspiradores para construir nuevos modelos económicos más allá del actual (...)