Como ocurre a menudo, aquello no se vio venir. Jacques Chirac acababa de ganar la elección presidencial con una denuncia de la “fractura social”. Encarnaba una derecha popular, o al menos atenta a su electorado popular. A diferencia del proyecto sobre pensiones del actual Gobierno, el de 1995 sobre seguridad social, equiparación de las pensiones públicas y privadas y otros puntos de la reforma no se había anunciado, ni había sido objeto de debate previo. Nos cayó de improviso en noviembre de 1995 y tardamos un poco en entender lo que estaba en juego. Pero estaba la arrogancia de Alain Juppé, primer ministro y artífice del plan, los humos del que sabe más y da la humillante sensación a quien lo escucha de formar parte de una masa necesariamente estúpida. Creo que, al principio, aquello fue lo que más se nos atragantó, la arrogancia. Necesitábamos levantar la cabeza.
El 24 de (...)