La República Federal Socialista de Yugoslavia, heredera del antiguo Reino de Serbios, Croatas y Eslovenos, se mantuvo cohesionada durante más de siete décadas a pesar de las fracturas que arrastraba, algunas desde hacía más de dieciséis siglos, pero el rebufo de la caída del Muro de Berlín se la llevó por delante cuando a las diferencias étnico-religiosas de sus gentes se sumaron intereses políticos propios y ajenos: independentistas unos, expansionistas otros e ideológicos los más.
El proceso seguido fue un sálvese-quien-pueda comenzado por las declaraciones de independencia de Eslovenia y Croacia, seguido de la de Bosnia-Herzegovina y culminado con las de Macedonia, Montenegro y Kosovo. Todo ello con el apoyo de Alemania, la inoperancia de la Unión Europea, la intervención de la OTAN y la actitud hegemónica de los Estados Unidos interesado en extirpar de raíz cualquier traza del pasado comunista, en particular en Serbia.
Francisco Veiga, profesor de Historia Contemporánea de (...)