Las potencias emergentes de hoy no son dignas herederas de los anticolonialistas y antiimperialistas de ayer. Los países del Sur controlan una parte creciente de la economía mundial; lo que es justo. Pero esta riqueza está tan mal distribuida que la desigualdad de los ingresos es más pronunciada aún en Sudáfrica o en China que en Estados Unidos. Y las fortunas así amasadas sirven más para comprar empresas, bienes de lujo occidentales, que para mejorar las condiciones de vida y salud de las poblaciones india, china, árabes y africanas.
De alguna manera, es la era de los barones ladrones la que se reinicia. En Estados Unidos, a finales del siglo XIX, dinastías industriales se impusieron con una rapacidad legendaria (John D. Rockefeller, J. P. Morgan, Cornelius Vanderbilt). Suplantaron progresivamente a las grandes familias europeas en los sectores petrolero, del transporte y bancario. Rivales en un principio, los competidores transatlánticos se pusieron de (...)