La Unión Europea (UE) no es un super-Estado cuya voluntad, inexorable, se impondría a los Estados miembros. Tampoco es un Estado federal poseedor de una soberanía europea. En realidad, es una organización internacional: su existencia se basa en tratados, igual que la Organización del Tratado del Atlántico Norte (OTAN), por ejemplo. En efecto, sus miembros conservan su soberanía; obedecen sus normas solo porque lo han consentido al adoptar sus tratados.
Desobedecer es legal. Se denomina cláusula de exención. Mediante este mecanismo, un Estado puede decidir soberanamente sustraerse de una parte de las normas de la Unión Europea. Puede negociarla de entrada: de esta manera, cuando los Acuerdos de Schengen pasaron a ser parte integrante de las normas comunitarias a raíz del Tratado de Ámsterdam, el Reino Unido e Irlanda consiguieron no aplicarlos. También puede negociarla a posteriori: el Reino Unido, por ejemplo, negoció una cláusula de exención con respecto al derecho (...)