“Antes yo me definía como china, tal como lo había aprendido en mis manuales de historia. Pero cuando llegué a Bélgica para estudiar, descubrí que era taiwanesa”. Iris, que termina su tesis sobre el teatro de marionetas (tema eminentemente chino), cuenta su experiencia con gran emoción. Estando en contacto con chinos del continente que como ella estudiaban en Europa, se dio cuenta de la diferencia. Años más tarde, conserva de esta “revelación” una ira contenida contra la educación que recibió.
Hasta mediados de los años 1980, los escolares debían inclinarse cada día ante la bandera nacional. En cuanto a la enseñanza, estaba fundada por entero en la historia de China imperial y en el confucionismo. Los nacionalistas del Guomindang (GMD), escribe la especialista francesa Françoise Mengin, “reinventaron una cultura china tradicional de la que Taiwán debía convertirse en guardiana frente a los errores de los comunistas [del continente] para hacer de (...)