La sexualidad femenina siempre ha sido pensada a partir de parámetros masculinos . Las zonas erógenas de la mujer nunca serían más que un sexo-clítoris que no aguanta la comparación con el órgano fálico valioso, o un agujero-envoltura que sirve de vaina y de roce del pene en el coito: un no sexo, o un sexo masculino dado la vuelta sobre sí mismo para autoafectarse. De la mujer y de su placer no se dice nada en esa concepción de la relación sexual. Su destino sería el de la ‘carencia’, la ‘atrofia’ y la ‘envidia del pene’ como único sexo reconocido como valioso. Así, pues, intentaría apropiárselo por todos los medios. La mujer no viviría su deseo sino como espera hasta poseer por fin un equivalente del sexo masculino.
Luce Irigaray (Bélgica, 1930), es una de las principales exponentes del movimiento feminista de la diferencia. Su crítica a la cultura patriarcal (...)