Es común la asociación del pensamiento nazí y la filosofía de Nietzsche. Sin embargo, Onfray propone que fue la de Kant la que sirvió al nazismo para justificar sus actos. Y para demostrarlo nos remite a la famosa anécdota recogida por Hanna Arendt en la que se describe al teniente coronel Adolf Eichmann –el oficial nazi que gestionó directamente el traslado y la ejecución de judíos en los campos de exterminio– confesando ante el jurado su devoción por Kant y por el imperativo categórico.
Para Onfray, la versión kantiana que el criminal de guerra expuso durante su juicio no sólo es correcta, sino que demuestra que el sistema ético de Kant es compatible con los argumentos del genocida. Y considera que “Kant es culpable de razonar alejado de la realidad del mundo, de la gente, de los hombres, como el habitante cándido del cielo de las ideas que tanto hacía (...)