René Depestre aún no ha cumplido 20 años cuando conoce a André Breton en Haití y publica su primer poemario, en 1945. Tras participar en la rebelión que, en 1946, termina con la dictadura del presidente Elie Lescot (pronto reemplazado por otro sátrapa), el joven militante del minúsculo Partido Unificado de los Comunistas Haitianos (PUCH) huye a París y se dedica a viajar. Conocerá a Pablo Neruda, Nazim Hikmet, Ernesto “Che” Guevara y, entre los caribeños, a Edouard Glissant, Aimé Césaire, Frantz Fanon y Jean Price-Mars (1).
Transcurridos diez años, vuelve al país en que nació. Con el acceso al poder de François Duvalier, llamado “Papa Doc”, su vida corre peligro. En 1959, Guevara lo invita a Cuba. A los 33 años es un cuadro ya consolidado al servicio de la Internacional Comunista. Trabaja para los medios de comunicación cubanos y no tarda en dirigir la Imprenta Nacional. Vivirá en La Habana hasta 1978. Allí escribió un diario que acaba de ser publicado, tal cual lo redactó. Es el de un militante y testigo: ¡veinte años de revolución castrista! (2). Sus comentarios abarcan tres períodos: 1964-1966, 1970-1971, 1977-1978. Cada uno de ellos brinda la imagen de un hombre que va evolucionando, sin seguir siempre el mismo rumbo que el régimen.
Figura del intelectual comunista, embajador de la Revolución cubana, el “nómada que echó raíces” recorre el mundo entero. Con los pies bien plantados en la radicalidad internacionalista y un ojo puesto en Haití, a un tiro de piedra, país enfrentado a un “fascismo del subdesarrollo”. Como otro más, participa en la zafra y en la defensa de la revolución. Sus poemas gustan en Les Temps modernes, en Présence africaine, en Granma. Se relaciona con los escritores cubanos Alejo Carpentier o Heberto Padilla, conoce a Mao Zedong y a Ho Chi Minh. Los intelectuales de Europa del Este le parecen a veces algo rígidos y poco sensibles al erotismo que fluye por sus propios textos. ¿Sus textos? ¿Cómo escribir la revolución “como un ser vivo”? ¡Viviéndola y haciéndola vivir! El poeta se pregunta qué tiene que priorizar para este fin, si ensayo, si novela… Las obras premiadas en Francia en los años 1980 dejarán zanjada la cuestión, en detrimento de la poesía (3).
Acto II: cambio de tono. “La Habana era la capital del mundo donde se podía hallar la mayor concentración de figuras de todas las izquierdas imaginables. A algunos les gustaría que la fiesta jamás cesara”. Depestre solo lo dice mediante lítote, pero el control soviético le hiela el corazón. Tras la muerte del Che, se pregunta por qué “Guevara consideraba su misión en Cuba como terminada”.
“Un héroe en el poder es un ‘pequeño sistema solar’ que vierte a menudo su luz sobre quienes lo rodean. Como deje el héroe un solo día de iluminar su horizonte, se desmoronan. Fidel Castro es un ‘héroe sistema solar’. Se lo ha ganado a pulso”. Depestre fustiga a quienes manifiestan un celo excesivo y a los aprovechados, pero se mantiene fiel. Con Poète à Cuba, se enfrenta a la censura. Peor aún: queda profundamente herido por el linchamiento contra una persona cercana, el poeta Padilla. ¿Juicio de Moscú en la Habana? ¿El papel de la intelligentsia en la revolución? A imagen del italiano Palmiro Togliatti, Depestre aboga por la independencia.
Acto III: ¿cómo vivir la condición de marginado? Un tema se repite: esa “diferencia observable entre las libertades sociales, prácticas, escrupulosamente garantizadas para todos, y las libertades formales habitualmente tenidas en poco”. Lo tachan de “negrófilo” cuando se reafirma en la denuncia del racismo, al que Cuba no planta cara. Pierde todas sus funciones, y por lo tanto su audiencia, pero sigue ahí: cumplir con “los deberes de mi gratitud para con la revolución intentando también hacer el mejor uso posible del tiempo que me queda por vivir”. Pero “mi alma mañanera ya no tiene ascensor / para alcanzar de un aletazo el resplandor”.
En 1978, a punto de salir hacia París para incorporarse a su trabajo en la Organización de las Naciones Unidas para la Educación, la Ciencia y la Cultura (Unesco), le viene el recuerdo de que fue él quien presentó a Frantz Fanon a Guevara, que devoró su obra entera. Los imagina codo con codo. A Cuba y a Haití solo volverá una vez. Tras publicar Eros dans un train chinois (Gallimard) en 1990 (4), estableció su paradero en las Corbières.