Dos países con una larga historia. Por un lado, el papel de la Central Intelligence Agency (CIA) en el golpe de Estado contra el Gobierno nacionalista de Mohammad Mosaddeq en 1953; por otro, la toma de rehenes en la embajada estadounidense en 1979: tanto en Irán como en Estados Unidos, estos episodios todavía están presentes en la memoria colectiva. Sin embargo, Teherán parece querer pasar página y confiar por primera vez en un Gobierno estadounidense, el del presidente Obama. Una decisión de incalculables consecuencias para la política regional.
Este giro se ha preparado con cuidado, como se ha puesto de manifiesto en la organización de la última elección presidencial iraní. El régimen, que quería evitar todo riesgo de enfrentamientos entre sus adeptos, apartó a los candidatos más controvertidos. La población se dio cuenta de la maniobra y votó masivamente a favor del partidario que proponía el fin de la confrontación con (...)