Desodorantes, enjuagues bucales, toallas higiénicas perfumadas, “detox vaginal”... El arsenal puesto a disposición de las mujeres para vencer sus olores corporales sugiere que deben temer el oprobio social asociado a los malos olores y que viven angustiadas por parecer sucias. El miedo a oler mal, muy lucrativo para la industria farmacéutica y la perfumería, es fácil de inocular dada la dificultad de evaluar las propias emanaciones corporales. Este miedo se inscribe dentro de una larga historia, uno de cuyos momentos decisivos, en Francia, tiene lugar en la segunda mitad del siglo XIX, después de que la epidemia de cólera de 1832 acelere el movimiento higienista, en una época en la que la industria de la perfumería se desarrolla y en la que la educación de las niñas, por entonces fundamentalmente católica, es objeto de debate.
Folletos médicos, guías piadosas, manuales de urbanidad, prensa femenina: son incontables las obras que prodigan consejos (...)