Veinte años después de la desaparición de Pierre Bourdieu en enero de 2002, la posteridad burlona ha hecho realidad una de las pesadillas del sociólogo francés: la integración de sus conceptos clave en el lenguaje periodístico dominante, pero bajo formas tan adulteradas que el único resultado es un vago efecto de pretenciosidad. Durante la segunda mitad de la década de 1990, editorialistas, analistas de opinión y otros ensayistas serviles denigraban sin descanso al profesor del Collège de France, culpable a sus ojos de haber apoyado los movimientos sociales y la crítica radical de los medios de comunicación. Dos décadas más tarde, esos “semihábiles”, como los apodaba Bourdieu, trufan sus textos de términos como “campo”, “habitus”, “capital”, etc., con la esperanza de dar credibilidad a sus ideas.
A ese homenaje del vicio a la virtud responden dos obras, Intervenciones 1961-2001 (Hiru) y Microcosmes (Raisons d’agir), que aclaran, respectivamente, el papel político desempeñado (...)