Un viento frío del norte agita los brotes de los tilos a punto de florecer en la avenida Costa de Beauregard, en dirección al centro de la ciudad francesa de Chambéry. Este eje separa la llanura de Bissy, tomada por un polígono industrial, y las colinas de la periferia, repletas de unifamiliares. Tras ser expulsada lejos de aquí, a veces directamente al extranjero, la industria de antaño ha cedido sus locales a comercios como Biocoop o Aldi, que ocupan hoy el lugar de una antigua cervecera.
Una hora antes del toque de queda, los aparcamientos de ambos establecimientos se animan. Cinco bicicletas ocupan los soportes metálicos frente a la fachada revestida de madera de la tienda eco. En el vestíbulo, un rótulo nos recuerda el compromiso de la cadena de “reciclar el 100% de los deshechos producidos por la actividad de este supermercado”. Un cartel anuncia la llegada de polen fresco (...)