Al ordenar el asesinato del general iraní Qasem Soleimani, comandante de la Fuerza Al Quds del Cuerpo de la Guardia Revolucionaria Islámica, el presidente Donald Trump sorprendió a buen número de observadores. Aunque venían incubándose tensiones en la región desde hace tiempo, nada hacía presagiar una pronta confrontación entre Estados Unidos e Irán, o entre Irán y las demás potencias del golfo Pérsico. Al contrario: hay pruebas de que el general Soleimani precisamente se encontraba en Bagdad para templar los ánimos con Arabia Saudí.
La Administración de Trump afirma haber querido frustrar un ataque “inminente” contra las embajadas e instalaciones militares de Estados Unidos en Irak y otros lugares del Golfo. Los observadores han sugerido otras razones. Muchos aluden a la psicología del presidente, propenso a reaccionar de forma brusca e irreflexiva. Según algunos analistas, temía verse en un atolladero similar al del atentado de 2012 contra el consulado estadounidense en (...)