El “miércoles negro” de El Cairo, el 14 de agosto de 2013, va a quedar en los anales como una de las mayores masacres cometidas en un mismo día por fuerzas represivas contra manifestantes, sólo detrás de los acontecimientos de Tiananmen en Pekín, China, en junio de 1989. Por supuesto, nunca se van a conocer las cifras exactas: según las autoridades egipcias fueron un poco más de 600 muertos. En realidad fueron mucho más; según testimonios de periodistas, muchos cuerpos fueron devueltos a sus respectivas familias sólo después de que estas aceptaran “reconocer” que la muerte había sido “natural” o producto de un suicidio.
La Alta Comisionada para los Derechos Humanos de las Naciones Unidas, Navi Pillay, exigió que se abriera una investigación “independiente, imparcial, efectiva y creíble sobre la actuación de las fuerzas de seguridad”; una petición que tiene pocas chances de ser atendida. No sólo porque las autoridades de (...)