En septiembre, Estados Unidos celebra el día del trabajo. Este año va a tener la particularidad de que muchos obreros o empleados –en particular blancos y varones– van a apiñarse en los mítines del candidato republicano. Donald Trump cultiva estos apoyos fustigando los tratados de libre comercio que precipitaron la desindustrialización de los antiguos bastiones manufactureros del país (véase el reportaje de Thomas Frank) y, con ella, el desclasamiento, el descontento y la desesperanza del mundo obrero. “La ley y el orden” que Trump promete restablecer son también los de la América de los años 1960, en la cual, siendo blanco, no era necesario poseer un título universitario para asegurarse un buen salario, dos coches por cada hogar e incluso algunos días de vacaciones.
Que un multimillonario neoyorquino cuyo programa fiscal es todavía más regresivo que el de Ronald Reagan y cuyas prácticas (fabricación de sus productos en Bangladesh (...)