En 1999-2000 hubo un verdadero zafarrancho de combate en los medios publicitarios de Francia. Suecia, que debía presidir la Unión Europea durante el primer semestre de 2001, tenía el proyecto de hacerle adoptar a Europa su propia legislación relativa a los niños y la publicidad televisiva. Un nuevo estalinismo, venido del frío, amenazaba al mismo tiempo los intereses de los anunciantes, la creatividad de los publicitarios y la libertad... ¡de los niños!
Inmediatamente, los conformistas del consumo agitaron la bandera roja ante el peligro inminente. “¡Privados de publicidad!”, tituló Stratégies, como si se tratara de un castigo. ¿Tenemos acaso el derecho, retomaba un publicitario en Libération, de “privar a los niños de la publicidad que les concierne”? En su sección de economía, Le Figaro dio la voz de alarma con este título deliciosamente anfibológico: “La publicidad para los niños en peligro”; y fulminó el “extremismo sueco”. Finalmente Télérama, presentando a Suecia (...)