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Ayuda internacional: una reforma necesaria

La ayuda pública al desarrollo ha disminuido globalmente tras el fin de la Guerra Fría, aunque la situación económica y social de numerosos países del sur, especialmente en África, esté degradada. Pero el debate sobre el montante de la ayuda enmascara otra cuestión tanto o más importante: se deben redefinir los objetivos mismos de ese maná, frecuentemente ligado a los intereses de los donantes, y el control de la utilización de la ayuda deberá ser democratizado.

por David Sogge, septiembre de 2004

La ayuda pública internacional se ha convertido en una enorme industria: su volumen de negocios supera los 60.000 millones de euros anuales y más de 500.000 personas trabajan directa o indirectamente en ella. Pero más que sobre su cifra, el debate debe centrarse en la democratización del sistema de ayuda. En efecto, este último vehicula permanentemente ideas sobre el desarrollo y constituye la matriz de la relación entre países ricos y países pobres. Y si bien tanto donantes como beneficiarios subrayan –al menos en público– sus virtudes, no carece de zonas oscuras. Extraña paradoja: en los países en los que desempeña un papel predominante, el orgullo y la ambición han cedido su lugar a la dependencia y el respeto; la pobreza y las desigualdades han aumentado y prevalece la inseguridad. La República Democrática del Congo, Sierra Leona, Haití, Guinea Bissau, por ejemplo, que gozaron de una ayuda a gran escala, (...)

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