Bajo el agobiante calor de una siesta en plena estación seca, Yam Djé camina rápidamente en medio del campo. Pareciera que nada crece en esta tierra amarillenta que se extiende hasta perderse de vista, unos kilómetros al sur de Siem Reap, ciudad desde donde se accede a los templos de Angkor, principal atractivo turístico de Camboya. Los arrozales están secos y el paisaje es desolador. De su pequeña parcela, Djé –padre de nueve hijos– obtendrá en algunos meses papas, maíz y arroz. Cuesta creerlo. ¿No lo perderá todo por falta de agua? La pregunta lo hace sonreír: “sólo si la lluvia tarda en llegar”. Pero siempre nos las arreglamos. En efecto, Djé tiene otros enemigos mucho más serios que la sequía.
En un país pobre como Camboya, la tierra representa una importante riqueza, la única en poder de los campesinos. Ahora bien, en Siem Reap, el boom de la construcción multiplicó (...)