Al principio era “Titid”, el cura de las villas miseria, la voz de los sin voz. Por entonces, el que se convertiría en el presidente Jean-Bertrand Aristide, oficiaba en la iglesia de Don Bosco, en Puerto Príncipe, y representaba la esperanza de un pueblo crucificado por la dictadura de los Duvalier desde 1957 hasta 1986. Naturalmente, ese pueblo y su movimiento Lavalas (La avalancha) llevaron al cura de los pobres al poder en 1990, en los primeros comicios libres del país. ¿Pecaron de un exceso de entusiasmo? “No hubo tiempo de reflexionar sobre la personalidad del individuo, ni de comprender cómo podía pasar de un discurso profético que denunciaba el mal, al ejercicio del poder”, confía uno de los que, tras haberlo acompañado, se distanciaron de él (¿pero quién no lo hace actualmente?).
¿Pero qué poder? Cuando asume sus nuevas funciones, Aristide no controla la historia. Washington había invadido Granada en (...)