Hace unos meses, el alcalde socialista de París dio oficialmente el nombre de “Plaza Julio Cortázar” a una pequeña plazuela en el extremo occidental de la isla de Saint-Louis, en el Sena, donde transcurre el relato de Las Babas del Diablo. Es una ocasión para redescubrir al escritor del siglo XX que tuvo, sin ninguna duda, la imaginación más rica y más abundante. Lo que, para Julio Cortázar, no excluía un compromiso sin ambigüedades con la lucha antiimperialista.
Usted abre cualquier libro de Cortázar, al azar, comienza a leer algunas líneas, e inmediatamente aparece la magia.
Por ejemplo: un hombre viaja por diferentes países de América Central. Saca fotos, especialmente de pinturas ingenuas, populares, que descubre deslumbrado. De vuelta a casa, en París, revela esos rollos y proyecta las diapositivas resultantes. Entonces se da cuenta de que las imágenes de las pinturas ingenuas han desaparecido, y que han sido sustituidas por escenas (...)