Especie protegida por el Convenio de Berna (1979) y la Directiva de Hábitats, Fauna y Flora Silvestres de la Unión Europea (1992), el lobo goza de una estricta protección legal y no representa un peligro para el ser humano. Determinadas excepciones solo deben permitir como último recurso la eliminación de ejemplares con el fin de evitar daños importantes a los rebaños domésticos. Durante los últimos treinta años, el Estado francés ha dedicado considerables recursos a garantizar la coexistencia entre estos cánidos y la ganadería: casi 30 millones de euros en 2021. Esta situación da fe de los esfuerzos realizados por la mayor parte de los ganaderos para proteger sus rebaños en el marco del plan de acción nacional. Cerca del 75% de las explotaciones afectadas por ataques solo sufren uno o dos al año, principalmente gracias al aumento de la vigilancia, la instalación de vallados y los perros guardianes.
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