Los ataques informáticos realizados en nombre de la libertad de expresión y de la justicia social con la etiqueta “Anonymous” se multiplican, con gran eficacia. Últimos objetivos a la fecha: el sitio de ArcelorMittal en Bélgica, a comienzos de enero, para protestar contra el cierre de dos altos hornos; el sitio del instituto privado de inteligencia estadounidense Stratfor, del que fueron robados decenas de miles de datos personales; el ministerio sirio de Defensa, en agosto de 2011, y antes de eso, en junio, el sitio de la policía española, tras el arresto en ese país de tres supuestos miembros de Anonymous.
¿Quiénes se esconden tras esa máscara? ¿Hackers de elite, adolescentes ignorantes, peligrosos ciberterroristas, simples trolls (provocadores) con humor de colegiales? Ninguna de esas definiciones es falsa, ya que cada una refleja una faceta del fenómeno. Sin embargo, todas pasan al lado de lo esencial: Anonymous no es uno, es múltiple; (...)