Uno de cada cuatro jóvenes accidentado

Claude había hecho el bachillerato profesional en producción mecánica. Exento de las obligaciones militares, le hubiera gustado entrar a trabajar en la empresa donde había realizado sus prácticas. Pero esa empresa no contrata. Acude entonces en varias agencias de trabajo temporal. Los primeros meses, no consigue nada. Finalmente, recibe una propuesta de su antiguo instituto: una empresa de mecánica, subcontratada por un fabricante de la industria automotriz, pide un titular del bachillerato en producción mecánica. Claude está contento porque se trata de un contrato de duración indeterminada. Llega a la empresa (que no tiene más de diez empleados, entre ellos algunos temporales) y se pone a trabajar. La desilusión es terrible cuando constata que está asignado a tareas repetitivas de mecánica tradicional, bajo fuertes presiones de tiempo. El torno que tiene que utilizar no cuenta con ningún dispositivo de seguridad. Los horarios son extensos, y las horas extras sin remuneración. (...)