La población iraní, de rodillas por unos doce años de sanciones internacionales y de desvíos de fondos públicos, así como por la reciente caída del precio del petróleo, está al límite de sus fuerzas. Casi podría olvidar los ataques a las libertades y a los derechos humanos, las incesantes ejecuciones de condenados a pena de muerte, la prensa amordazada y el control de las instituciones. Para ésta, la prioridad es la mejora de la situación económica.
La tasa de desempleo, que se eleva oficialmente al 19%, en realidad sería de, al menos, el 30%. Después de una dura recesión en 2012 y 2013 (del -7% y, a continuación, del -2%), la mejora debida a la elección del presidente Hassan Rohani (de un +3%), en 2013, volvió a caer en 2015. El progresivo levantamiento de las sanciones permite esperar para 2016 una tasa del 3%. Pero la reactivación podría resultar más difícil (...)