El control del relato histórico siempre ha sido el objetivo de los vencedores y la Historia de la Fotografía no es una excepción; hasta estos últimos años parecía que la única fotografía valiosa la habían producido autores de las grandes potencias occidentales. Pero algo ha cambiado en los últimos tiempos. Tal vez los proyectistas del sistema consideran que las culturas “periféricas” son ya recuperables; que ahora es posible, y hasta deseable, ofrecer un espacio que garantice la incorporación selectiva y el control de sus producciones y ofrezca una imagen más plural de la globalización. Siempre, claro, que las referencias incontestables provengan de los países que sirven de plataforma a los dueños del dinero y de los recursos.
A pesar de ello es un placer constatar que había, y hay, culturas fotográficas en aquellas sociedades de las que nos tienen tan separados; culturas vinculadas a la gente, a las formas de vida (...)