De pequeño me dijeron que, en el mundo, existen omes, omiños, macacos e macaquiños, sin que en la máxima figurasen los señores, descubiertos ex nihilo por el autor de esta obra. Se me ocurre hojear el libro y caigo sobre una explicación: “Ninguno de los multimillonarios que han forjado su fortuna en los últimos treinta años o que han heredado imperios pasa de puntillas por las páginas”. Acabáramos: con ejemplos de tales humanoides, es lógico que en el recuento no entren personalidades de las artes o de las letras.
Puedo considerar señores de Galicia a los que, partiendo de nada, lograron crear emporios industriales como Amancio Ortega, aunque jamás se consiguen sin explotar a los trabajadores, aquí o en la China. Señor para mí es también Adolfo Domínguez, artista en su terreno, que abrió camino a otros creadores gallegos. O los hermanos Toxeiro, que conocí con este apellido cuando eran nadie, (...)