Los grandes escenarios de guerra, que implicaban el acantonamiento de tropas en amplias bases militares, como en la Segunda Guerra Mundial o durante la Guerra Fría, son ahora infrecuentes. Hoy en día, a pesar de participar en dos conflictos bélicos como el de Irak –país del que Washington se ha retirado en agosto pasado, aunque manteniendo una fuerza “mínima” de 50.000 uniformados– y el de Afganistán –convertido en un agujero negro que se está tragando hombres y recursos– para Estados Unidos es cada vez menos necesario mantener estacionado un gran contingente de soldados. Los protagonistas de esta nueva era militar, en efecto, devienen las fuerzas aéreas y navales.
Para prevenir conflictos, realizar acciones de disuasión, hacer frente a las amenazas emergentes y ganar las guerras –los principales objetivos militares de Estados Unidos– la nueva estrategia apunta a la extensión de una red no solamente operativa, sino y sobre todo de inteligencia. (...)