Se dice y se repite. Devenida en potencia ascendente, China sería la única capaz de rivalizar con Estados Unidos en el horizonte de 2025 o a más tardar en 2050, año en el que, según algunos expertos, hasta podría superar al conjunto de Europa. Todo el mundo celebra sus éxitos económicos: los opositores ya no son populares.
Hay que reconocer que el Estado chino, y aún más el Partido Comunista, denominación cada vez menos congruente, han revelado mayor solidez de lo que las cuantiosas pruebas de aparente fragilidad permitían suponer. Con un poco de lucidez cabía presagiar que, después de 1976, la era pos-Mao Tse Tung –como a su manera la era post Stalin– marcaría un período de “desmaoización”: lo indicaba el pasivo del régimen, sobre todo de la Revolución Cultural. Pero de la “desmaoización” a lo que sucedió después mediaba un abismo que parecía imposible de franquear, al menos con (...)