Entre todas las formas de justicia propia, la más tristemente famosa es el linchamiento. La autoría del término se atribuye generalmente a Charles Lynch (1736-1796), un cultivador de tabaco de Virginia y coronel de la milicia local durante la guerra de Independencia. En 1780, Lynch se erigió en juez de forma improvisada para defender las minas de plomo, esenciales en la fabricación de municiones, contra los lealistas. Enfrentado a la apremiante necesidad de dar respuesta a un peligro inmediato, impartió una justicia tan sumaria como intransigente. En una carta con fecha de 1782, el propio notable utilizó la expresión “ley de Lynch” para designar los métodos expeditivos necesarios contra las personas “malintencionadas”, ya fueran traidores o mineros revoltosos. En esta forma primordial de linchamiento, la sanción aplicada se basaba en el arbitrio de los representantes del establishment y no en un conjunto de normas y procedimientos impersonales. (...)
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