Día tras día, los acontecimientos que atraviesan la actual crisis nos enseñan que hoy son “los mercados” quienes dictan su ley a los Estados. Aunque supuestamente democráticos y soberanos, se les prescriben los límites de lo que pueden hacer por sus ciudadanos y se les sugieren las concesiones que deben exigir de ellos. Para la población, algo es claro: los líderes políticos no sirven a los intereses de sus ciudadanos, sino a los de otros Estados u organizaciones internacionales –como el Fondo Monetario Internacional (FMI) o la Unión Europea–, resguardados en los rigores del juego democrático. Generalmente, esta situación se describe como la consecuencia de un fallo en la estabilidad general: una crisis. ¿Pero realmente es así?
También se puede leer la “Gran Recesión” y el cuasi colapso de las finanzas públicas resultante como la manifestación de un desequilibrio fundamental de las sociedades capitalistas avanzadas, desgarradas entre las exigencias del mercado (...)