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Prisioneros sin fronteras

La CIA deslocaliza la tortura

Todo el mundo se felicita por la acusación de los responsables del golpe de Estado de 1973 en Chile o de los trabajos de la Instancia de Equidad y Reconciliación (IER) en Marruecos, que recoge los testimonios sobre los “años de plomo” (leer páginas 8 a 10). Sin embargo, a pesar de estas tardías revelaciones, se continúa torturando a lo largo y ancho del mundo. Y el 11 de septiembre ha puesto en cuestión el estado de derecho en Occidente. Mientras el ejército americano acaba de reconocer la muerte de una treintena de prisioneros confiados a su custodia en Afganistán e Irak, la CIA multiplica las operaciones de “deslocalización”, enviando detenidos en otros países a las cárceles del Magreb o de Oriente Próximo donde la tortura es moneda corriente.

por Stephen Grey, abril de 2005

Veamos una curiosa historia, en la que entran en juego un avión privado con base en Alemania, un secuestro en plena calle en un país europeo, torturas peores que las de Guantánamo y las de Abu Ghraib, un abogado, varios espías y un presunto terrorista. Se trata de una historia verídica, y si pudo ocurrir es porque “la noción de derechos humanos es muy amplia”, como nos confió un ex agente de la CIA.

El caso comenzó en la tarde del 18 de diciembre de 2001, pocas semanas después de los atentados del 11 de septiembre, en momentos en que Kjell Jönsson, un abogado sueco especialista en temas de inmigración, hablaba por teléfono con uno de sus clientes, Mohamed Al-Zery, que había presentado una petición de asilo. “Repentinamente, oí una voz que le ordenaba a Al-Zery colgar el teléfono. Era la policía sueca que venía a detenerlo” recordó Jönsson. Sin embargo, (...)

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