En su descenso a los infiernos de la credibilidad informativa, los telediarios españoles, salvo contadas excepciones, mantienen una tendencia uniformemente acelerada hacia la homologación en sus peores signos de identidad. Parcos en virtudes y clónicos en defectos, hace tiempo que sacrificaron la información de calidad, si la hubo, a las servidumbres del espectáculo, la publicidad y los intereses creados. Los monitores de televisión congregan en horarios preferenciales millonarias audiencias que hallan en los informativos la ocasión de acceder a una actualidad sumarial sin tener que sumergirse en la lectura y el análisis de los medios escritos. O bien sacian un interés complementario en las imágenes de acontecimientos que horas antes ha vislumbrado en los titulares de la prensa, acaso en los boletines radiofónicos. Existe un segmento nada desdeñable de ciudadanía que nunca se planteó la respuesta al viejo interrogante ¿qué pasa en el mundo? en medio ajeno a la televisión. (...)
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Espectáculo de ferias y vanidades
por Manuel S. Jardí,
diciembre de 2005
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