A lo largo de la historia la energía ha estado asociada a distintas formas de apropiación. Desde la consideración de que es absolutamente indispensable para el sustento de las personas, quien tiene el poder sobre su provisión ejerce un control cuyos efectos alcanzan al conjunto de la sociedad y de la biosfera. Esta idea permite visualizar el dilema ante el que nos encontramos: si el proceso de transición energética se podrá articular o no –a diferencia del actual modelo energético fósil y nuclear– en torno a formas sociales de apropiación de la energía de base participativa y democrática, orientadas a la satisfacción de las necesidades humanas y no al lucro.
El autor, sociólogo, propone una reflexión a partir del análisis de una experiencia pionera en el contexto español: la cooperativa Som Energia. Riutort plantea la necesidad de liberar a la electricidad de su condición absoluta de mercancía. “Considerarla exclusivamente como tal, (...)