Cuando, en abril de 2004, Imai Noriaki fue secuestrado en Irak por un grupo armado, este no podía imaginar que se convertiría en objeto de una campaña de descrédito en su propio país. Marcado por los atentados del 11 de septiembre de 2001, este joven de entonces 18 años, decide marcharse a ayudar a los niños que habían sido víctimas de la segunda guerra del Golfo (2003-2011). Pero, al entrar en el país, es secuestrado junto con otros dos japoneses por una veintena de hombres armados –un grupo llamado “Brigadas de los Muyahidín”, una organización de la resistencia iraquí desconocida hasta ese momento–. “Nos acusaban de ser espías de Estados Unidos”, recuerda ahora Imai. Aquello supone el final de sus planes humanitarios y el principio de un encierro de nueve días. Tras su liberación, es atendido en un hospital de Dubái, donde su hermano le anuncia la desgracia: “Estamos sufriendo (...)
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El dogma japonés de la responsabilidad individual
En el país del “jiko sekinin”
Famoso por su respeto a la tradición y su sentido de lo colectivo, Japón tiene otra cara menos conocida: el individualismo. Desde la crisis asiática (1997-1998) que destrozó la economía nacional, los dirigentes lo aprovechan para imponer la austeridad y hacer que las víctimas se sientan culpables. Si estás parado, en situación precaria o incluso enfermo, es tu “jiko sekinin”, versión nipona del “culpa tuya”.
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