Un autócrata maquiavélico que, desde Moscú, sueña con debilitar la libertad y la democracia; unos omnipotentes servicios de seguridad que urden siniestras maquinaciones y despliegan sus tentáculos por todo el mundo; un país asiático y bárbaro que arroja una amenazante sombra sobre la civilización occidental: esta avalancha de imágenes caricaturescas del poder ruso no esperó a que Vladímir Putin llegara al Kremlin para abalanzarse sobre Occidente. Ya en el siglo XV se encuentran huellas de ello. En el siglo XIX, el frenesí antirruso era tal que la elite intelectual acuñó el término “rusofobia” para referirse a la vez a las personas que albergaban un miedo irracional hacia Rusia y a las que exageraban conscientemente la amenaza que esta representaba.
Estos estallidos de pánico no surgieron de la nada. La rusofobia alcanzó su apogeo en el siglo XIX y a principios del XX, en un momento en el que las desigualdades sociales (...)