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El multimillonario y los indignados

Editorial, por Benoît Bréville, septiembre de 2023

La aterradora historia del Journal du dimanche ha tenido en vilo a los medios de comunicación franceses durante la pausa editorial de las vacaciones. Biblia semanal de la burguesía liberal francesa, el semanario es conocido por sus complacientes entrevistas con responsables ministeriales, los reportajes de Bernard-Henri Lévy y su aversión a los movimientos sociales. El pasado junio, el multimillonario Vincent Bolloré le impuso un director cercano a la extrema derecha. En los cuarenta días de huelga que realizó, la redacción descubrió de pronto la dureza de un combate social que ella calificaba de “pataleta” cuando eran otros los que lo emprendían. Lo cual no impidió la reaparición, el 6 de agosto, de una cabecera amoldada a las ideas de su nuevo propietario, que había aplicado el mismo tratamiento a la cadena i-Télé, rebautizada como CNews.

Entretanto, cayó un verdadero aguacero de peticiones y artículos de opinión que expresaban su adhesión sin límites “al periódico, a su independencia, a su gusto por lo narrativo. […] A sus valores republicanos, totalmente opuestos a los de la extrema derecha” (así rezaba una columna publicada por Libération). En el diario Le Monde, no menos de cuatrocientas “personalidades de los sectores político, económico, social, cultural, asociativo o deportivo” se unían para denunciar un “atentado contra las libertades democráticas”. Entre ellas estaba el antiguo primer ministro socialista Lionel Jospin, la alcaldesa de París Anne Hidalgo, el eurodiputado macronista Pascal Canfin, pero también el rapero Joey Starr, la actriz Sandrine Kiberlain, el cocinero Yves Camdeborde…

Bossuet escribió una vez que Dios se ríe de los hombres que lamentan los efectos mientras estiman las causas que los producen. De ser así, el verano no ha andado corto de diversión divina. Las élites francesas llevan mucho tiempo promoviendo el control de los grandes medios informativos por parte de poderosas fortunas y tachando de “populista” toda crítica a esas amistades peligrosas. Desde hace una década, el tono ha cambiado. Fragilizada por la industria digital y sus nuevos medios de comunicación, aturdida ante el desmembramiento del pensamiento dominante entre centrismo liberal y extrema derecha conservadora, la prensa tradicional casi se ha convertido en una especie a proteger. Frente al poder potencialmente desestabilizador de francotiradores como Bolloré, Daniel Kretinsky o, en Estados Unidos, Elon Musk, conviene denunciar el control que ciertos multimillonarios ejercen sobre la prensa y, al mismo tiempo, rechazar toda solución susceptible de ponerle remedio. Sin embargo, o bien la información es un servicio de utilidad colectiva y su producción debe mantenerse al margen de las leyes del mercado, o bien es una mercancía y nada puede entonces impedir que se compre y se venda como un manojo de puerros (1). Ni que el propietario de un periódico decida su línea editorial.

Hostil al rumbo que ha tomado el semanario dominical, la ministra de Cultura Rima Abdul Malak resumió con una involuntaria pizca de humor la cuadratura del círculo del razonamiento mediático: “No se puede ni coartar la libertad de prensa ni restringir la libertad empresarial” (2), por más que la segunda suponga una amenaza mortal para la primera. En el fondo, los indignados de la clase dirigente no lamentan que la libertad de prensa se reduzca a una simple propiedad, lo que les preocupa es que un periódico que sirve a sus intereses escape a su control. ¿Habrían rechistado si lo hubiese adquirido el multimillonario Bernard Arnault?

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(1) Véase Pierre Rimbert, “Proyecto para una prensa libre”, Le Monde diplomatique en español, diciembre de 2014.

(2) Citado por La Correspondance de la presse, París, 16 de agosto de 2023.

Benoît Bréville

Director de Le Monde diplomatique.