Si hubiera que encontrarle una virtud al torbellino mediático que provocó la inculpación de Dominique Strauss-Khan en Estados Unidos por intento de violación, agresión sexual y secuestro en mayo pasado, sería la de haber sacado a la luz algunas de las estructuras del sistema informativo francés: la extremada personificación de la política, de la cual los editorialistas deploran los efectos al mismo tiempo que desarrollan las causas; la continuidad entre asesores en comunicación y periodistas en cuanto el “cliente” coincide con la ideología concreta medio mediático; la estrechez de vínculos, siempre denunciados y nunca resueltos, entre prensa y poder. Por último, el affaire revela los reflejos de clase que lleva a los editorialistas encaramados en lo alto de la escala social a conmoverse cuando cae un poderoso –dado que la desdicha de los débiles es demasiado corriente para constituir una “información”–.
La escena fue vista una y otra vez. La mostró (...)