Al declarar su intención de suprimir 120.000 plazas de funcionarios en cinco años, Emmanuel Macron apenas da muestras de originalidad. La denuncia del peso del Estado y de su número de empleados es un leitmotiv retomado desde hace más de dos siglos, según las épocas, por actores cuyas convicciones atraviesan todo el espectro político. Aunque esta diversidad puede sorprender en la actualidad, se explica fácilmente: más que su número, el objeto de las críticas a menudo es lo que simbolizan los funcionarios.
De la Revolución Francesa hasta la mitad del siglo XIX, la denuncia del Estado y de su Administración se basaba principalmente en un cuestionamiento del “poder político de las oficinas” y de la “excesiva influencia de la Administración”, bajo una denominación forjada por el economista fisiócrata Vincent de Gournay a mediados del siglo XVIII: la “burocracia”. En 1793, Louis Antoine Saint-Just consideraba que “todos aquellos empleados por el Gobierno (...)