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Una comunidad de investigadores e ingenieros que hoy apenas pueden igualar las incubadoras de ‘start-ups’

Confinados en las ciudades del átomo soviéticas

De las bombas H a la conquista espacial, la mayoría de los grandes programas tecnológicos soviéticos nacieron tras los muros de ciudades secretas. Científicos, ingenieros y obreros vivían allí aislados, en un universo relativamente protegido. Desde la caída de la URSS, esas ciudades tienen dificultades para recobrar nuevo impulso. Como Sarov, uno de los centros de investigación sobre energía nuclear con fines militares.

por Christophe Trontin, agosto de 2020

Año tras año, unos 50.000 peregrinos acuden a Diveyevo siguiendo los pasos de San Serafín (1754-1833). Allí, en medio del bosque, está la roca sobre la que el asceta ruso rezó durante días; un poco más adelante, el manantial helado en el que rellenan sus cantimploras y botellas y, al lado, el pequeño lago en el que los más fervientes se sumergen; finalmente, la plaza de la catedral frente a la cual todos se santiguan. Sin embargo, Sarov y su monasterio de la Asunción, verdaderos nodos históricos del santo situados a doce kilómetros de allí, son inaccesibles. La ciudad, que todavía hoy se conoce por el nombre en clave de Arzamas-16, está cerrada al público.

Diveyevo es una aglomeración urbana rodeada de alambradas vigiladas por patrullas militares, borrada de los mapas del país durante el periodo soviético, y cuyos habitantes fueron escogidos cuidadosamente para llevar a cabo, en el mayor de (...)

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