De la austeridad a la recesión
Cambios en Grecia a golpe de bisturí
Al combinar la fuerza del tiempo y la carga del fatalismo, las crisis duraderas banalizan de forma progresiva aquello que, comúnmente, rozaría lo inaceptable. De este modo, nos acostumbramos al hecho de que los inversores destituyan a los gobiernos y que al recorte de los presupuestos públicos le suceda la bajada de los salarios (léase el artículo de Frédéric Lordon en las páginas 1, 6 y 7). Todo ello, argumentan los dirigentes, para evitar lo peor. Pero, ¿siguen éstos controlando la máquina, cuando se insinúa el fantasma de una nueva recesión mundial? Bajo la presión de los mercados financieros y de sus posturas políticas, algunas sociedades europeas comienzan a dislocarse, como es el caso de Grecia (léase el artículo de Noëlle Burgi en esta página). A pesar de las exhortaciones para “corregir los excesos del sistema” y liberar al (buen) capitalismo de la (mala) influencia de las finanzas (léase el artículo de Claude Jacquin en la página 8), todo el mundo percibe que se cierra un ciclo.
por Noëlle Burgi,
enero de 2012
“No sabes qué te espera mañana al despertar.” No hay una sola persona de las que conocimos en Atenas, Salónica u otras partes que no haya pronunciado esta frase, en un momento u otro. En Grecia, la obsesión por el futuro se vive como una cárcel que encierra a todos y cada uno en la incertidumbre de una existencia individual y colectiva bajo amenaza de destrucción inminente. Sin embargo, esta no es la primera prueba que vive este país de historia tumultuosa. Los griegos siguen concibiéndose a sí mismos como un pueblo dotado de una inteligencia especial, y de un carácter aguerrido, sobre todo en la adversidad. “Siempre hemos pasado periodos difíciles; siempre hemos salido adelante. Pero ahora, nos han arrebatado la esperanza”, suspira la gerente de una pequeña empresa.
Mientras los programas de austeridad se multiplican, leyes, decretos, circulares o simples decisiones políticas ponen en cuestión las normas sociales, económicas (...)