Empezará a funcionar en 2009, pero ya se lo ve en las paredes de Jerusalén: publicidad multicolor muestra un tranvía recorriendo la muralla de la vieja ciudad. La más extraña de ellas incluye a un Theodor Herzl contemplativo. Esta elección nada tiene de casual: en su libro Altneuland, publicado en 1902, dos años antes de su muerte, Herzl erige el light rail-system en símbolo de la modernidad con la que sueña para la futura Jerusalén.
Un siglo más tarde, esta solución –“ecológica y económica”– se impondría en Jerusalén. “Nuestra ciudad se ahoga, explica el portavoz israelí del tranvía, Shmulik Elgarbly. Ha sido invadida por los automóviles, cuyo precio se ha reducido considerablemente, de manera que el porcentaje de habitantes de Jerusalén que utiliza el transporte público ha caído de un 76% en 1980 a un 40%”. ¿Cómo afrontar esta situación? Apenas terminadas, las nuevas carreteras se llenan. La mayoría de las (...)