Desde que Teodosio I dividió el Imperio Romano, Serbia ha caído siempre del lado equivocado. Se la consideró anticatólica desde el Cisma de Oriente, antieuropea tras la ocupación otomana, antiaustríaca a su liberación por Catalina II, antigermánica después del atentado de Sarajevo y antioccidental en tiempos de la Yugoslavia socialista donde convivían pacíficamente germanófilos, papistas, musulmanes y serbios.
Cuando en 1991, se inició la descomposición del país y Alemania, el Vaticano y los yihadistas acudieron al rescate de los suyos, Serbia reaccionó en medio de matanzas y atrocidades cometidas por unos y por otros. Entonces Peter Handke tuvo la osadía de ir a ver lo que estaba sucediendo y escribió si libro Viaje de invierno a los ríos Danubio, Save, Morava y Drina, muy criticado en Europa, a lo que respondió con otro que tituló Apéndice de verano a un viaje de invierno, ambos editados entonces por Alianza.
Pero cuando en 1999 (...)