La “modernización de la agricultura”, impulsada en los años 1980, se ha convertido poco a poco en instrumento de la transformación general del aparato productivo brasileño, hacia un tipo de desarrollo integrado al comercio internacional y la globalización liberal.
Esta “modernización”, basada en la mecanización, la deforestación, la utilización creciente de herbicidas y fertilizantes químicos, y gran consumidora de agua para la irrigación, ha probado ser devastadora para el entorno y generado una exclusión sistemática de las poblaciones rurales, transformando Brasil en un laboratorio de producción intensiva de monocultivos industriales –soja, caña de azúcar, eucaliptus, etc.– orientado a promover los sectores de los cultivos transgénicos y los agrocombustibles.
Al sellar la alianza entre el Estado y el lobby agroalimentario, y permitir la apropiación de las tierras por empresas multinacionales (Monsanto, Syngenta, Cargill, Nestlé, Basf, Bayer, etc.), el gobierno de Luiz Inácio Lula da Silva dio un impulso determinante a este proceso. Satisfaciendo (...)