Existen tres categorías en las calificaciones de la Michelin. Un restaurante de una estrella ofrece (en la jerga característica de la guía) “una muy buena mesa dentro de su categoría” y es “una buena etapa en su itinerario”. Un restaurante de dos estrellas es un lugar en el que se puede esperar una cocina “excelente” y que “merece un rodeo”. Un restaurante de tres estrellas, por último, designa “una de las mejores mesas” y “justifica el viaje”: “Siempre se come muy bien, a veces divinamente. Grandes vinos, servicio impecable, marco elegante”.
Una mitología envuelve este sistema de calificación. En primer lugar está el culto al secreto asociado con la forma de inspeccionar los restaurantes. No solo es un misterio el número exacto de inspectores que trabajan para la guía, sino que estos preservan escrupulosamente su anonimato ante el personal de los establecimientos que visitan y pagan ellos mismos la cuenta al (...)